El conflicto entre palestinos e israelíes es uno de los más prolongados y complejos de la historia moderna. Sus raíces se remontan a finales del siglo XIX, cuando el movimiento sionista comenzó a promover la creación de un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina, entonces parte del Imperio Otomano.
Con la caída del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial, la región pasó a estar bajo el mandato británico. Durante este periodo, la tensión entre las comunidades judía y árabe aumentó debido a la inmigración judía y la compra de tierras por parte de los sionistas. Los árabes palestinos se sintieron amenazados por la creciente presencia judía y comenzaron a resistir.
En 1947, la ONU propuso un plan de partición que dividía Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe, con Jerusalén bajo administración internacional. Los judíos aceptaron el plan, pero los árabes lo rechazaron, lo que llevó a la guerra de 1948. Israel declaró su independencia y ganó la guerra, expandiendo su territorio más allá de las fronteras propuestas por la ONU.
Desde entonces, ha habido múltiples guerras y levantamientos, conocidos como intifadas, que han dejado miles de muertos y heridos en ambos lados. Los intentos de paz, como los Acuerdos de Oslo en la década de 1990, han fracasado en resolver el conflicto de manera duradera.
Hoy en día, la situación sigue siendo tensa, con continuos enfrentamientos y un proceso de paz estancado. La cuestión de los asentamientos israelíes en Cisjordania, el estatus de Jerusalén y el derecho al retorno de los refugiados palestinos son algunos de los principales obstáculos para alcanzar una solución definitiva.