En el contexto de la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, se registraron seis muertes, un hecho que marcó el inicio de un conflicto más amplio y devastador. Entre las víctimas se encontraban tres manifestantes, dos soldados ucranianos y un paramilitar cosaco ruso. Este evento, aunque breve en comparación con las fases posteriores del conflicto, dejó una huella imborrable en la región.
La anexión de Crimea no solo fue un acto de agresión territorial, sino también un catalizador para la escalada de violencia en el este de Ucrania. La guerra en Donbás, que siguió a la anexión, resultó en la muerte de entre 14,200 y 14,400 personas, tanto militares como civiles. Este conflicto se caracterizó por intensos combates y un alto número de desaparecidos y prisioneros, complicando aún más la situación humanitaria.
El impacto de la invasión rusa de Ucrania en 2022 amplificó la tragedia, con estimaciones de hasta 500,000 bajas, incluyendo muertos y heridos. Las cifras exactas son difíciles de verificar debido a la propaganda y la desinformación de ambos lados, pero la magnitud del sufrimiento humano es innegable. La guerra ha visto la participación de combatientes extranjeros y ha afectado a civiles de manera desproporcionada, con miles de personas desplazadas y comunidades enteras devastadas.
La anexión de Crimea y los conflictos subsiguientes subrayan la fragilidad de la paz en la región y la necesidad urgente de soluciones diplomáticas para evitar más pérdidas humanas.