El conflicto entre Rusia y Ucrania ha dejado una profunda huella en los prisioneros de guerra ucranianos, quienes regresan a su país con heridas tanto físicas como psicológicas. Un caso emblemático es el de Smiley, un infante de marina ucraniano que soportó nueve meses de cautiverio ruso, enfrentando torturas físicas y psicológicas. Tras su liberación, solo tuvo tres meses para recuperarse antes de ser llamado de nuevo a su unidad. Durante el entrenamiento, Smiley comenzó a experimentar flashbacks y pesadillas, lo que llevó a su diagnóstico de trastorno de estrés postraumático y a recibir tratamiento psicológico continuo.
La situación de los prisioneros de guerra ucranianos es alarmante. Desde la invasión en 2022, más de 3,000 prisioneros han sido liberados en intercambios, pero más de 10,000 siguen en cautiverio ruso, algunos por más de dos años. Las condiciones de detención han sido descritas como horribles por expertos de las Naciones Unidas, quienes han documentado casos de tortura, violencia sexual y privación de necesidades básicas.
El programa de rehabilitación del gobierno ucraniano, que incluye dos meses en un sanatorio y un mes en casa, ha sido criticado por ser insuficiente para abordar las complejas necesidades de los ex prisioneros. Los críticos argumentan que estas medidas no son adecuadas para tratar los traumas profundos y prolongados que sufren los prisioneros.
Además, la falta de acceso a los lugares de detención por parte de organizaciones internacionales dificulta la evaluación objetiva de las condiciones en las que se encuentran los prisioneros. La comunidad internacional sigue presionando para que se respeten los derechos humanos y se mejoren las condiciones de los prisioneros de guerra, pero la situación sigue siendo crítica y requiere atención urgente.