El Acuerdo de París, adoptado en 2015, representa un hito en la cooperación internacional frente al cambio climático. Este pacto global, que involucra a casi 200 países, tiene como objetivo principal la limitación del aumento de la temperatura media del planeta a menos de 2°C por encima de los niveles preindustriales, y realizar esfuerzos para que no supere los 1.5°C.

La relevancia de este acuerdo radica en su enfoque inclusivo y flexible, que permite a cada nación establecer sus propios objetivos de reducción de emisiones, conocidos como Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (NDCs por sus siglas en inglés). Estas metas deben ser actualizadas cada cinco años, reflejando un compromiso creciente y una ambición escalonada.

El Acuerdo de París también destaca por su mecanismo de transparencia, que fomenta la confianza entre los países al requerir un seguimiento claro y la presentación de informes sobre los progresos realizados. Además, se establece un fondo verde para el clima, destinado a apoyar a las naciones en desarrollo en sus esfuerzos de mitigación y adaptación.

Este pacto no solo es un acuerdo ambiental, sino también una señal de solidaridad global. Reconoce la responsabilidad común pero diferenciada de los países, teniendo en cuenta sus capacidades y circunstancias particulares. El Acuerdo de París es, en esencia, un llamado a la acción colectiva y a la innovación, donde la tecnología y la financiación sostenible juegan roles cruciales en la configuración de un futuro resiliente y bajo en carbono.